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martes, 16 de marzo de 2010

Cuando hay cambios en un gobierno

La entrada de hoy requiere de un pequeño preámbulo, pues se refiere a las sensaciones y meditaciones que escribí cuando Aznar hizo su último cambio en su gobierno. El contraste entre los salientes y los entrantes; las caras, las miradas, las actitudes y toda la liturgia, así como esas pequeñas reflexiones son válidas para todos los cambios y crisis de gobierno, sean del partido que sean. El título lo determina la hra enla que se hizo público el cambio: las siete de la tarde, momento en el que todo se hace público.
Espero que os guste y que os recuerde algún detalle que se os ha quedado en la memoria.
16 de Marzo

Muerte a las siete






Esta tarde, a las siete, acaban los sueños de unos y empiezan los de otros. Esta tarde, a las siete, el rey conocerá - eso nos dicen – la lista de los nuevos y flamantes ministros. Me imagino la escena y me falta la presencia de los “ex”, una categoría incierta que está formada de restos, de olvido y de nostalgia.
Estos ex me producen curiosidad: no sé nada de su vida, pero puedo imaginarme la ruina personal en la que quedan sumidos. La mayoría no tienen problemas: el sistema vela por ellos y por sus nuevos puestos en consejos y empresas; pero algunos se convierten en sombras, sostenidos apenas por su propio recuerdo.
Conviven con sus fantasmas de poder, el motor de una carrera acabada en medio, muchas veces, del escarnio más absoluto. Nos acordamos de las recetas de cocido de una y del bichito suicida de otro: ellos así lo quisieron, pero me dan pena.
Algunos dirán que ya quisieran sus prebendas y consideraciones; pero yo no les envidio la losa de recuerdos, esa continua sensación de “ya no ser” que debe acompañar su frustración. Tuvieron poder, “el poder” y ahora son meras figuras decorativas en la “galería de ilustres”. Han caído de la cima como ángeles en desgracia, se han alejado del sol que calentaba sus vidas y habitarán las tinieblas de afuera. Aún a los peores les podemos otorgar el beneficio de una duda que impulsaba su acción: es posible que quisieran hacerlo bien.
Esto es lo único que les quedará de ahora en adelante: tuvieron la oportunidad y se les secó en las manos. Se perdieron en la intricada red de las acciones perdidas y la política es así de cruel. El cuaderno azul no tiene entrañas y su dueño menos. Una vez usado, el ministro vuelve a la nada y ya no es.
Se cruzarán miradas torvas, harán declaraciones mesuradas y correctas. Algunos, incluso, dejarán unas lagrimitas sobre las sobrias alfombras del despacho, pero esta noche, en la soledad de sus cavilaciones, se darán cuenta de que el colchón no se hunde cuando ellos se mueven. Se habrán convertido en la nada y en la nada habitarán sus vidas. Con un poco de suerte, hasta sus sueños se olvidarán de ellos.

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