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viernes, 19 de marzo de 2010

Refugiados

19 de marzo


Llueve, pausada y lánguidamente, en la mañana gris de una primavera ausente de sol. En la semana hemos podido disfrutar unos pocos días de su añorada presencia, pero en este puente se ha vuelto a escapar el sol de nuestras vidas. La modorra del cansancio y el invierno me hacen dar vueltas a varias ideas para esta entrada, sin decidirme por ninguna en particular: etarras que siguen por el camino de la locura estúpida y cada vez más irreal; un misil lanzado sobre Israel que calienta, aún más si cabe, una zona a punto de explotar; el caso Gürtel se complica cuando el juez pide a la policía hacer un barrido en busca de micrófonos (esto cada vez huele peor); Garzón acosado y un invierno especialmente húmedo, el más lluvioso desde 1947, pone en peligro 40.000 edificaciones levantadas en terrenos de agua; correntías, barrancas y aluviales en los que el ansia de dinero y la corrupción generalizada, junto con la inconsciencia, consiguieron poner casas donde el terreno pone, de vez en cuando, corrientes embravecidas que se llevan todo por delante.
Con este panorama, como siempre, giro la vista hacia mis propias sensaciones y vivencias y oigo las pisadas de una perrilla refugiada de última hora que acaba en casa para pasar el puente. Es una proscrita, el único perro que hemos vetado cuando todos mis amigos con chucho saben que pueden contar con nuestra casa en caso de necesidad. Digo que la perra está vetada cuando los proscritos son los amos que no se han preocupado de mover el culo para aprender a educar a una perra normal que añora el trato normal, la disciplina normal, el ejercicio normal y la integración normal en la manada humana.
Me gusta acoger a los perros de los amigos y observar, participando, en cómo cada uno desarrolla su propia personalidad. Cada uno mira y se acerca de una manera; cada uno piensa y se mueve buscando a los amos de una manera; todos buscan la atención a su manera, pero todos agradecen la manada, la normalidad en el trato y la atención del amo como líder supremo y gran manitú blanco.
Las reacciones son muy diversas y curiosas; muy pocos demuestran desesperación verdadera por la ausencia de sus amos (Sólo una perrita, muy ligada a su dueña, lo pasó mal de verdad un par de días la primera vez que se quedó en casa. Ahora viene encantada las pocas veces que disfrutamos de su compañía y de sus carreras tras los conejos.) y la tranquilidad llega, normalmente, tras el primer paseo largo en el que comprueban lo divertido que es saltar vallas, perseguir conejos, oler el campo, jugar con los míos y mojarse en los charcos. Tras ese primer paseo, suele llegar la paz y los dos de casa se desmayan durmiendo acompañados del refugiado que sueña, tranquilo por fin, roncando a pleno pulmón.
Me gustan esos días de integración y descubrimiento de caracteres y personalidades, y la tónica común es hablar mal de los dueños que, con espantosa asiduidad, son los responsables de los grandes pecados atribuidos a sus perros.
Por si alguien con perro lee esta entrada le dejo la receta: siempre igual, mucho ejercicio, mucho cariño y mucha constancia, suelen dar como resultado un perro suave, cariñoso, integrado, feliz y obediente. Por cierto, los malos tratos, palizas etc, suelen dar como resultado todo lo contrario, que no hay que confundir el liderazgo y la autoridad con moler a palos a un pobre perro.

1 comentario:

  1. Me gusta y pienso que somos raros y somos cada vez menos los que entendemos, educamos y disfrutamos de la compañia de los perros. Somos una raza a extinguir. Me da pena que la gente no sepa disfrutar de su perro y que se compre un perro de jardín,cuando sale más barato comprarse un gnomo de jardín, éste no pide cariño.

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