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jueves, 17 de junio de 2010

Y los perros comieron carne de perro

Elenco de personajes deleznables al servicio de los amos del cotarro.

Decía una máxima del periodismo que “perro no come carne de perro”, asquerosa metáfora que pretendía expresar el respeto que las empresas periodísticas sentían por el trabajo y la profesionalidad de sus competidoras.
Años y décadas de respeto y tradición han dado paso a una encarnizada lucha de intereses que lo domina todo; aquí, en España y en el resto del mundo. Los diarios, la prensa y los medios en general, son instrumentos al servicio de otros intereses que fuerzan las estructuras y las formas de manera inmisericorde. La Casa Blanca, con toda la tradición de respeto a la prensa y a su libertad, ha tenido que exponer públicamente que determinados medios, de determinada propiedad, “serían tratados como adversarios políticos”; verdadera revolución conceptual que no es preciso aclarar.
En España, donde las diferencias políticas de los diferentes propietarios se han visto potenciadas “ad infinitum” por una crisis galopante que ha reducido los ingresos drásticamente, el enfrentamiento se muestra, por fin, con toda su crudeza. No sólo no hay respeto: es que no hay decencia.
Explicar algo tan obvio como lo que acabo de exponer parece un exceso, pero hay mucha gente, muchos lectores y espectadores, que no se dan cuenta de cómo los medios han degenerado hasta la náusea. Y digo LOS MEDIOS, no digo algunos medios, si bien los que pueden ser clasificados de “algunos” lo que han hecho es perder la categoría de medios de comunicación y degenerar en libelos.
No voy a hablar de Intereconomía, El Plural, Minuto Digital o Libertad Digital, no: voy a hablar de los que, en teoría, son medios serios: El Mundo, El País y otros de similar nivel, incluida la TV. Los rectores de estos soportes de opinión, que cada vez lo son menos de información, se han entregado a un juego cainita que pretende quitar los ingresos, los lectores/espectadores/oyentes a la competencia y expulsarla del mercado. Necesitan el dinero de forma tan desesperada que esa necesidad lo domina todo y les llena de ansia asesina.
Se han llevado por delante cualquier rastro de deontología profesional, pero es que lo que poco que queda tiene los días contados. La TV se ha entregado a las Norias, a los programas de gresca y trifulca que acogen a lo peor de los modelos sociales; la más baja estofa moral enseñorea el panorama y lo gobierna con mano de hierro, sin aflojar ni una tarde, ni una hora.
Hubo un tiempo en el que un diario levantó la bandera de la información y derribó a un presidente: hoy los medios enarbolan la carencia de dinero para derribar el edificio del derecho a la información, logro democrático que tanto costó edificar.
Señores: lo que está en juego es un valor social; un derecho constitucional reconocido por los países avanzados socialmente y los dueños de estos medios quieren convertir ese derecho en dinero contante y sonante sin mirar el origen. Dicen que Vespasiano, ante el reproche que hacía su hijo sobre la procedencia del dinero que cobraba su padre por usar los urinarios de la ciudad, tomó un puñado de sestercios de un cofre y acercándoselos a la nariz del hijo exclamó: “Vídere, non olet”.
Los perros de hoy en día no sólo han perdido el olfato que les permitía identificar la procedencia del dinero que entraba en sus empresas; también han perdido el gusto y la carne de los otros perros se sirve como manjar en los consejos de administración.

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