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lunes, 12 de julio de 2010

Despreciar la grandeza


El deporte tiene unas reglas que no están escritas, pero que hacen grande al que las cumple. Una de ellas reglas se pone al servicio de la épica, de la gloria y de la leyenda y obliga al contendiente a caer, o a triunfar, siendo fiel a si mismo y al deporte por el que compite. En este mundial ha habido selecciones que se han hecho grandes y han servido al deporte; selecciones que han muerto o que han triunfado enraizadas en sus propios valores de sacrificio unas, de pundonor otras, o de calidad las menso; pero todas han sido más grandes tras la competición: Alemania, inmensa por historia y por generosidad y limpieza; Uruguay, sacrificada en nombre del esfuerzo, la pelea y la fe en los milagros y España, consagrada a la calidad.
Y poniendo el oscuro contrapunto, Holanda. Pocas veces un villano de cualquier historia ha sido más villano, más digno de desprecio, más traidor a sus raíces; más innecesariamente malo que Holanda en el partido de la final. Holanda, heredera de la leyenda de la Naranja Mecánica ha traicionado su historia, su origen y su legado. Holanda ha perdido y su derrota no da pena, no da lástima y pasará a los anales como una de las actuaciones deportivas más mezquinas y ruines de la historia del deporte.
Un equipo que juega la final del campeonato del mundo tiene la obligación de dejar una enseñanza positiva, un mensaje para la posteridad: orden defensivo; esfuerzo, calidad, capacidad física, entrega, resolución: en definitiva, algo que pueda enseñarse a los chavales cuando entrenan los equipos juveniles. Nada de lo que ayer hizo Holanda debe entrenarse, practicarse o fomentarse. Lo que hizo ayer Holanda sólo puede enseñarse como escarnio y como ejemplo de aquello que el deporte repudia.
Esta foto, para mi, resume lo que acabo de comentar y deja clara la idea: eso no se debe hacer y lo que es más grave: jamás se debe consentir en un campo dedicado al deporte, por muy profesional que se sea, por mucho espectáculo y negocio que esté montado alrededor y por muchas gaitas en vinagre que se pueda argumentar.

La peor cara de una traición
El deporte, a este nivel, se convierte en un libro en el que leen los más jóvenes y lo que lean debe contener valor, debe educar en el esfuerzo, la disciplina, el trabajo colectivo, el sacrificio, la superación, el esfuerzo, la recompensa que llega cuando se ha cumplido; la grandeza de la derrota y el sufrimiento, casi más nobles que el propio triunfo.
Felicitaciones a los campeones, disfrute a los aficionados y a trabajar, que estos chicos lo que enseñan es que trabajando y perseverando, la gloria llega. En cuanto a Holanda, quiso ganar sin perseguir la grandeza y sólo obtuvo desprecio. Lo ha merecido.

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