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miércoles, 18 de agosto de 2010

El Sr. Embajador

La cosa está como para hacer en tonto

D. Ion de la Riva Guzmán de Frutos es (creo, y si no es él, cámbiese el nombre ) el embajador de España en la India. El Sr. Embajador era, hasta hace unos días, un perfecto desconocido que habitaba los salones de las cancillerías, asistía a fiestas con otros embajadores, inauguraciones, recepciones y se dedicaba, supongo, a las tareas propias de los diplomáticos, funcionarios españoles que no se distinguen, habitualmente, por su excesivo celo y dedicación al trabajo de atender y auxiliar a sus compatriotas en apuros.
Para el común de los españoles, los diplomáticos son una especie casi parásita con la que nos relacionamos poco y mal, muy al contrario de lo que les ocurre a franceses, ingleses y estadounidenses, que ven en sus representantes diplomáticos a los modernos campeones del torneo, prestos a lanzarse sobre todo aquel que ose hacerles mal. Esto es tan verdad que uno de los puntos sólidos de la Constitución Europea era el que hacía mención de la obligada asistencia al europeo por parte de todas y cada una de las embajadas que la UE tiene en el mundo. Eso de verse tratado como un francesito o un hijo de la Gran Bretaña era, para nosotros, como el acceso al paraíso.
Pues en esta tesitura social andábamos cuando el Sr. Embajador en la India se ha descolgado del modelo impuesto por la corrección política habitual y, ante el calibre de la catástrofe originada por las inundaciones del norte, ha venido a decir que “pensar en viajar a la India para hacer trekking por el norte era absurdo, temerario e inmoral”.
Sr. Embajador: por mi, chapeau, aunque supongo que le caerá una buena colleja de la autoridad. Estamos demasiado acostumbrados a “usar” de los países menos desarrollados a base de tirar de dinero y de distancia, refugiados en hoteles de cinco estrellas desde los que ver el tipismo, las curiosas costumbres, los paisajes y la artesanía local a la vez que despreciamos todas las consideraciones sociales, morales y políticas inherentes a lo que vemos.
No se analiza el drama del trabajo infantil “porque están acostumbrados”; no se cuestiona el sistema político porque “yo no entro en si es bueno o si es malo”; el turista sexual se tira las niñas de doce años porque “en su ambiente es normal”; y sobre el papel de la mujer, mejor ni hablar. Ya está bien de inmoralidad: el turista sexual es un ser deleznable que debe pasar su vida entre rejas y todos somos un poco culpables de que en esos países las cosas no cambien, que el dinero del turismo debería usarse en beneficio de la gente, ero ese es otro análisis mas largo y concienzudo.
Hoy, y para acabar, mi felicitación a un embajador que ha dicho que ir a hacer turismo a un sitio en el que la única actividad posible es enterrar muertos es inmoral. A seguir así, que hace falta.
P.D.- Me marcho de campo y playa, asíq eu no habrá nada hasta el lunes que viene.

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