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lunes, 30 de agosto de 2010

No hay extensión más grande...

Esta foto muestra alguna isla de árboles, pero también se ve un horizonte de agua imposible de abarcar.

Hace días que tengo la intención, que no las ganas, de escribir algo sobre Pakistán y la enormidad del acontecimiento me tiene paralizado por la imposibilidad de calibrar mi pensamiento y mis ideas de acuerdo a la inmensidad del suceso. Son tamaños, cifras y tragedias que no podemos medir con baremos conocidos, pues las tragedias a las que estamos acostumbrados se adecúan a un tamaño manejable: doscientos muertos en un accidente de avión; miles de afectados por un huracán; inundaciones en Alemania o en Holanda con gente en los tejados de casas y granjas. Vale, cuando vemos o leemos esas cosas, sabemos de lo que estamos hablando, pero ¿Qué pasa cuando las cifras de afectados directos son superiores a los veinte millones? ¿Qué hacer cuando miles de hectáreas, comarcas enteras, quedan convertidas en marismas? ¿Cómo manejamos esa enormidad?
Personalmente, no soy capaz de imaginar a toda la población de España afectada por un mismo suceso; un suceso que, inevitablemente, contará sus muertos en cientos de miles. El terremoto de Haití fue una calamidad, pero es que esto es un Armagedón, un holocausto que yo no puedo abarcar ni concebir y que, por eso mismo, por su extensión y enormidad, me paraliza.
Ante un muerto se puede llorar, pero ¿qué se puede hacer ante cientos de miles de futuros muertos? Hoy tienen hambre, pero mañana tendrán cólera, disentería y pasado mañana, o el otro, los muertos comenzarán a llenar esa marisma contribuyendo a que las enfermedades infecciosas se extiendan como una plaga bíblica.
Asomarse a las cifras es llorar: cien mil mujeres embarazadas que, con muchas probabilidades, perderán a sus hijos y ellas mismas estarán cercanas a la muerte. Copio un párrafo tomado al azar de los miles de enlaces de internet “han anegado miles de aldeas, han arrasado decenas de puentes e instalaciones de telecomunicaciones, han bloqueado carreteras e inundado miles de hectáreas de cultivo”.
¿Dinero? No hay tiempo para que el dinero se convierta en tierra seca y agua potable; no hay posibilidad de que un estado inoperante en la normalidad pueda hacerse cargo de esa multitud necesitada. No hay tierra seca; no habrá cosechas, los animales domésticos se han ahogado o desaparecerán comidos por las hordas del hambre: casi no hay país y no encuentro forma de asumir esa única tragedia y además, olvidarme de que China está más o menos igual pero no lo sabemos y que los monzones de este año se han tornado asesinos en lugar de benefactores.
Pakistán ayuda a los talibanes afganos, Pakistán tiene la bomba atómica, Pakistán tiene un ejército enorme a punto siempre de entrar en guerra con la India; pero Pakistán se muere asfixiado bajo miles de hectáreas de agua, barro y destrucción mientras yo escribo, impotente, sin saber muy bien qué puedo hacer y seguro de que esas gentes no merecen que sus gobiernos destinen el dinero a lo que no nunca necesitaron olvidando aquello de lo que siempre carecen.

1 comentario:

  1. Yo no creo que Dios se dedique a mandar tragedias ni a ingligir castigos pero el afán de poder y el ansia de matar para conseguirlo son la lacra y el cstigo a una humanidad insolidaria y egoista.
    Una tragedia como la que comentas hace temblar los cimientos de una civilización entera. ¿Quién será capaz de aglutinar fuerzas y recursos para secar esa tierra,dar cobijo y comida a los pocos vivos y consolar a los que han perdido a sus seres queridos? ¿No están todos ellos realmente muertos ?
    30-Agosto 2010 a.m.

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