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martes, 31 de agosto de 2010

Tempus fugit


Se ha ido Agosto con un regusto de tiempo dormido y amistades lejanas; de veraneos a medio galope sin acabar de desbarrar; de calores forzados que han llegado como a empujones, sin acabar de estar convencidos, pero presentes a la fuerza. Se va un Agosto que recuerda los años de retorno a las casas del pueblo, envidia de los urbanitas que no teníamos pueblo donde retornar.
Se va Agosto sin que hayan vuelto del todo las ganas de trabajar o el hartazgo de los atascos costeros entre Torremolinos y el Mercadona; entre la playa y ese apartamento en el que “nosotros ni nos enteramos del jaleo, de verdad”, pero en el que el jaleo se entera de su presencia para montar atascos, ruidos de terrazas y verbenas de fuera de calendario.
Viene un año que tiene ganas de orientarse para llevarnos de la mano a la esperanza; pero que todavía está tímido y como temeroso de que los malos vuelvan para amargarnos la vida; vuelven los proyectos y los planes sabiendo que todo es posible, pero un poco cuesta arriba y que hay que dejarse los bofes para hacer cumbre.
El tiempo corre detrás del mismo tiempo para alcanzarse a la vuelta de la esquina, del despertador y del atasco; de la modorra del autobús o del tren; de la rutina de saber que, un año más, la mesa sigue ocupada por los mismos papeles y obligaciones sin que nuestra ausencia haya cambiado su ritmo de empedernida autista. El mobiliario de las oficinas es quien, de verdad, rige y gerencia los proyectos y negocios. No son las personas, son los muebles que habitaron otras personas los que aprendieron las rutinas para hacerlas eternas y constantes.
Sonarán los teléfonos y se convocarán reuniones nuevas que tratarán de los antiguos temas, pues son las mesas y las sillas las que susurran los temas estancados en la memoria del tiempo. De vez en cuando, alguno no volverá y ejercerá el derecho de rebeldía para abrir las ventanas de la vida y saltar al esperanzado vacío de un sueño, pero son los menos: los más, los nosotros todos, volveremos a encender el ordenador intentando no olvidarnos de la contraseña para comprobar que los otros, siempre el infierno de los otros que nos suponen eternos, atentos y constantes, siguieron pidiendo contestación a los correos que no nos importan y que ellos catalogan de importantes.
Millones de horas aguardan a la discusión de lo que, de verdad, es importante, pero hoy lo que importa, lo que de verdad importa a muchos, es que el tiempo se ha ido y Agosto se ha llevado entre sus días el sueño de reencontrarse con aquel amor perdido; de recuperar el control de nuestra vida a lomos de las suaves olas; de ver la noche deslizarse entre los besos y de volver a llenarse la vida con la luz de las estrellas. El tiempo se ha ido volando detrás de nuestros sueños.

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