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lunes, 13 de septiembre de 2010

De la iconografía femenina


Uno, que a consecuencia de velar por la educación de dos hijas se confiesa muy sensible con el tema, contempla la proliferación de las mujeres floreros en actos deportivos como algo muy antiguo, desfasado y de bastante mal gusto. Debajo de todas estas chicas sujetadoras de paraguas, entregadoras de botellas de cava y mostradoras de carteles con el número del asalto del combate de boxeo, se sigue consolidando un modelo de estratificación social en función del sexo que contradice el cacareado avance social de las últimas décadas.
Cuando una parte de la sociedad se sigue sintiendo cómoda con la contemplación de esas chicas y las mismas chicas se sienten cómodas recibiendo dinero por lucir más o menso cacha, la conclusión es que algo no funciona como debería funcionar. Y no funciona por muchas cosas, así que vamos a ver algunas de ellas.
Primero: De forma directa se asume que la audiencia de los espectáculos en los que aparecen esas chicas es, no sólo masculina, sino masculina y libidinosa, despreciando a un enorme porcentaje de mujeres que ven las motos, la Fórmula 1 o los partidos de baloncesto animados por las Red Fox. ¿Os habéis fijado que nunca ponen chicos florero? ¿No podría haber animadores masculinos en los coches o en la NFL? Los espectáculos de boys en las despedidas de soltera demuestran que ellas se lo pasan realmente bien contemplando la anatomía masculina, así que lo que demuestra es más bien miedo a que las chicas se nos desmanden más de la cuenta y vean que las chichas cerveceras no son obligatorias.
La segunda cuestión, y juro que acabo para no hacer esto eterno, es la satisfacción de las chicas interiorizando su papel de decorado dentro de la escenografía. No sólo no se sienten mal, es que están encantadas de ser ensalzadas como bellezas vacías, meros contenedores de sueños más o menso confesables. ¿Serán ellas las que más luchan por perpetuar el modelo machista, arcaico, casposo y cuasi landista de película de suecas de los años 60? Al igual que otros modelos perpetuados por las propias mujeres, éste será uno de los que más cueste erradicar, pues ellas están, además de bastante horteras en muchas ocasiones, felices de saberse deseadas.

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