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jueves, 18 de noviembre de 2010

Vicios privados, públicas virtudes


No seré yo quien niegue que las contradicciones forman parte de mi esencia vital y personal, es mas: creo que esas contradicciones nos empujan un poco cada día a seguir buscando nuestro lugar bajo el sol, que muchas veces se nos escapa y se esconde como si no quisiera saber nada de nosotros. Dicho esto, creo que es muy saludable aceptarlas, vivir con ellas y manejarlas con ética, buen gusto, consecuencia y responsabilidad.
Hace unos días, el esperpéntico Sánchez Dragó ejercitaba su onanismo mental recreando una situación, lo más probable inventada a fuerza de ser deseada, merecedora del más fulminante destierro al ostracismo social. Lo hacía en un medio público, Telemadrid, que debería ser, como todos ellos, modélico en cuanto al cumplimiento de unas mínimas normas de comportamiento, educación y buen gusto.
Hoy volvemos a encontrarnos con una situación Kafquiana desarrollada en un plató de la misma televisión, en presencia de menores y mostrando el más amplio catálogo de mal gusto, machismo rancio y desprecios por la mujer para acabar denigrando a un colectivo femenino (niñas, vamos) que, además de explotado y despreciado en su país, tiene que sufrir el escarnio de verse tildado poco menos que de sexópata temprano.
Esperanza Aguirre dice que esos comentarios se producen en el contexto de una “conversación privada” y que ella no entra a valorarlos. Curioso concepto de privacidad el que maneja la señora presidenta: en un plató situado en la sede de un ente público, en presencia de un público invitado por la cadena de televisión – el mismo que es despreciado e insultado por el personaje - desoyendo las normales recriminaciones de la conductora del programa, que no puede reconvenir a su subordinado al que paga puntualmente con nuestros impuestos, ¿se puede producir un acto privado?
Personalmente, cuando busco privacidad, o entiendo que estoy en un ambiente privado, jamás se dan circunstancias semejantes ni yo me confundo tanto como para entender que éstas permiten un acto privado.
El tal Sostres, al que juro que no conocía antes de esta explosiva aparición, es un baboso infecto al que debería negársele el pan y la sal en varios miles de kilómetros a la redonda de España y no creo que haya que polemizar en exceso sobre el interfecto.
Me preocupa más la defensa que hace Esperancita de estos elementos: mientras su discurso público me venga bien y digan lo que tienen que decir, les sigo pagando, que lo que hagan en privado, aunque sea frontalmente contrario a lo que defienden en público, es problema suyo. Que antigua y de “casa bien” es esa actitud: mientras no se vea, no existe. Mientras la niña pueda decir que ha ido a Londres a las rebajas y el aborto no se note, aquí no ha pasado nada. ¿Que Marujita se ha llevado dos buenas galletas pero el visón las sigue tapando? Hombre, es que Paco tendría un mal día, pero mira como la tiene: como a una reina.
Cada quien es muy dueño de decir, pensar y hacer lo que estime conveniente siempre que respete la legalidad establecida, pero cada quien debe, también, asumir las consecuencias de sus actos y posturas para responder a la llamada a filas formando entre sus iguales. En este caso, entre la escoria de la sociedad, debajo de esa pulcra alfombra donde Esperanza quiere que los vicios privados de sus validos duerman sin deslucir nunca sus públicas virtudes.

1 comentario:

  1. A tipos como ese les arranco los huevos de una patada, no se merecen otra cosa.

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