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miércoles, 19 de enero de 2011

De cuando se hablaba de John Lenox

El intelecto cediendo paso a la pasión. Sin comentarios.

Se cumple el XXV aniversario de la muerte de Tierno Galván y su figura es objeto de análisis, de recuerdos más o menos favorables; de rechazos frontales y de toda clase de estudios sesudos y meditados. Ante tanto despliegue de datos, documentos, fotografías y videos, lo único que puedo aportar es la subjetividad –inexacta, irreal, falta de rigor y otros etc – de mis vivencias y medios recuerdos, teniendo en cuenta que se verán contaminadas por hechos y conocimientos que me han sobrevenido con posterioridad al momento recordado.
De Enrique Tierno y de su paso por la política me queda, como máximo legado afectivo, un libro recopilatorio de sus bandos, género de la comunicación pública que él recuperó, engrandeció y elevó a cimas muy complicadas de alcanzar. Si alguien lo duda, que recupere el bando de las grúas, que es antológico.
Recuerdo también la inexplicable conexión con un segmento de la ciudadanía con el que ningún otro político ha vuelto a conectar: ver a aquellos punks entregados a sus discursos con devoción, era materia para una tesis. Aquellos hay que “estar al loro” y “el que no esté colocado, que se coloque”, junto con la consagración para la posteridad de la confusión por antonomasia: la de llamar John Lenox al asesinado John Lenon, pertenecen al anecdotario político de la nación.
Tierno fue particular e intransferible; recibía al papa en latín para, acto seguido, mirar con delectación las tetas de la musa porno Susana Estrada. Deambulaba con su traje cruzado por cualquier ambiente y, cuesta imaginarlo ahora, era querido a pesar de sus meteduras de pata y equivocaciones; de su confeso cinismo al decir que “las promesas electorales se hacían para no ser cumplidas” y su entierro –desmedido entierro gestionado por un PSOE triunfante – demostró el cariño que Madrid mantuvo con su “viejo profesor”.
De su mano, Madrid recuperó fiestas y verbenas; la vida ciudadana tomó las calles para disfrutar de su ciudad: Madrid, sencillamente, explotó en excesos de alegría, de marcha, de drogas, de terrazas de verano, de movida. Tierno, siempre tan comedido en sus formas, liberó un enorme caudal de experiencias que Madrid llevaba décadas presionando para que no explotaran. Los que vivimos aquellos años, los recordaremos siempre, aunque algunos excesos se demostraran funestos y mortales. Nunca más Madrid ha vuelto a estar tan viva, tan divertida y tan en vanguardia de todo como en los años de Enrique Tierno, errores incluidos. Espectacular legado del que fué enviado a morir arrollado por el PP y triunfó a pesar de los deseos de la cúpula del PSOE.
La política tiene cosas raras y Tierno fue una de ellas. Años después he sabido muchas cosas de él, buenas, malas, regulares, grandes y pequeñas que lo único que me demuestran es que era un hombre con las habituales contradicciones que encontramos en las figuras relevantes. Sí hay una cosa que muchos, he comprobado, no perdonaron jamás: la unión del PSP con el PSOE, rueda de molino que muchos tragaron sin agua y sin anestesia y que, además, expulsó de la política a un buen número de desencantados.
Hoy, en el patio del Ayuntamiento, Enrique Tierno ha sido homenajeado por Ruiz Gallardón y es hoy, el alumno que en su día recibió las regañinas del profesor, el que obtiene réditos de aquellos debates en los que Tierno le pedía, por favor, que ni les abroncara ni les aburriera. Cosas de la vida. De lo que intenta hacer Tomás Gómez con su memoria política de, mejor ni hablar, que da mucho asquito.
P.D.- Con todo afecto y cariño para mi amigo Jose Luis, depositario de memorias que permanecen oscuras. 

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