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viernes, 14 de enero de 2011

La llamada del sol

La Puerta del Sol, la concreción de esa dependencia del madrileño con el sol del invierno.


Hoy ha amanecido un día espléndido en Madrid. Un día de los que conectan con el recuerdo de otros días pasados en los que nos dejamos querer por el calor de un sol invernal que nos calentó el alma tras los grises días de nieblas y nubes invernales. Hoy el cuerpo pedía a gritos salir al aire libre y dejarnos llevar por la particular afición de cada uno.
El sol de invierno, en Madrid, es algo especial: hace que el cielo brille y el azul explote; consigue templar el aire hasta convertirlo en una delicia; deja los vientos quietos y calmados para que el ambiente se relaje; convierte la visión de la sierra en algo sublime y deja el alma con ganas de recuperar esa memoria genética de la naturaleza que duerme en el fondo de nuestros recuerdos más animales.
Hoy, en Madrid, no quería trabajar ni el Tato y quien más quien menos, ha recordado los días de colegio en los que se salía al patio y no hacía falta llevar abrigo; días en los que los primeros cigarrillos se fumaban sentados contra el muro caldeado por el sol. Días de risas o mañanas de facultad en las que el campo gritaba para salir a charlar al sol y abandonarse un poco al sueño de ser joven, encontrarse bien y creer que el mundo cambiaría gracias a nuestras conversaciones.
El madrileño puede soportar el frío sin problemas, pero necesita la luz como el aire que respira. Es una constante que se repite en todos los comentarios que se realizan en torno a la posibilidad de vivir en otro sitio: todos comentamos que vale, que en cualquier sitio, pero con luz, que eso no es negociable.
No es la primera vez que en este blog hablo del sol del invierno ni será la última, no me cabe la menor duda, pero es que el impacto de su presencia, lo imposible de silenciar la conmoción que genera, hace que sea imposible negarle protagonismo.
Hoy, mientras la mañana pasaba bajo el techo de mi oficina, el sol del invierno explotaba tras los cristales recordándonos a todos que la vida, seguramente, es otra cosa. ¡Qué se le va a hacer!

1 comentario:

  1. Siempre describes muy bien el esplendor de luz de Madrid. Estos días hemos sentido en los huesos su intensidad deslumbrante. No hay como regresar a Madrid después de un viaje para volver a sentir asombro y agradecimiento al tener la suerte de disfrutarla.
    a.m.

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