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miércoles, 11 de mayo de 2011

Don Toño

Los colores nacionales para el plato mejicano del día de las patrias.
!Pues que mueran los gachupines!
De una panzada, que están de muerte, de verdad.
Desde que las clases de literatura me enfrentaron a la genial descripción que hace Quevedo del Dómine Cabra (desde mi punto de vista, no superada jamás en mis lecturas posteriores) me ha parecido muy complicado hacer algo semejante; tanto que sólo he hecho, como ejercicio completo, la que ahora transcribo y que corresponde a un hombre entrañable y ejemplar que reinaba en la oficina mejicana donde pasé tantas horas.
He perdido su referencia, pero guardo un muy buen recuerdo de él y me gustaría compartirlo.
Tras este escrito supe mucho más de su vida, de su compartido gusto por los mangos de Manila; de su Harley Davidson, de su negocio, de sus hijos y de esa capacidad para ofrecer y disfrutar, con los demás, las cosas que tanto le gustaban. Con él levanté la voz el 16 de Septiembre en la ciudad de Puebla para pedir "que mueran los gachupines" al terminar un delicioso plato de chiles en nogada; verdadera exaltación patriotica en el Día de las Patrias.
La cosa comenzó tras mi primer aterrizaje en el D.F. ....


DON TOÑO

Don Toño espera a la salida. Atrás quedan los trámites y risas del aduanero para ligarse a la rubia de turno. Don Toño, que ha llegado en el momento que tenía que llegar, 10 minutos más tarde de lo previsto, mira la puerta sosteniendo el cartel con mi nombre. Tras sus lentes la mirada aparece tranquila, sin la más mínima inquietud europea en su actitud.
Don Toño es un personaje de esos que ven la vida pasar desde la superioridad. Nada en él es servil. La amabilidad le coloca por encima de las órdenes recibidas. Cada iterativo queda transformado en presencia inexcusable. Su presencia se agiganta y no es que él haga lo que se le ha dicho. Es que el pequeño mundo de la oficina no puede prescindir de su silenciosa omnipresencia.
Parapetado en su impecable traje azul de príncipe de Gales, con el cuello levemente aproximado por la corbata, su cara nos traslada a la mental galería de retratos que todos guardamos como mexicano típico. En una película americana podría recorrer todos los papeles posibles: desde campesino a rico hacendado. Con el pelo liso y entrecano, mostacho arreglado y tez morena enraizada en los siglos, su porte es señorial y calmado.
Del mundo le interesa el ser humano y conduciendo parece lamentar no poder detenerse a comentar el camino con el compadre que aparece a la derecha del cruce. El coche no se hizo para conocer gente y eso, le incomoda. 
Para él, deportista contumaz, jugar al básket es importante, correr y conocer gente; eso es vivir.
Don Toño es una de esas personas que consiguen que el mundo sea mejor y sin embargo, se irá en silencio, como otros muchos millones de personas que nos dejan cada año. Forman el enorme ejército silencioso de la buena gente; ese ejército que jamás levantó un monumento al soldado desconocido.
No sé su historia, pero algún día, espero, podré dar un par de saltos con él y bebernos dos tequilas de a poquito. Es posible que entonces, sin darle importancia, surgirá una historia personal interesante. La de un empresario que prefirió hacerse imprescindible en lugar de jubilarse. Fue entonces cuando descubrió el secreto de hacer más grane la ejecución que la orden; más agradable la compañía que la sumisión; más completo el silencio que la palabra.
Hasta que lleguen esos dos tequilas, gracias, Don Toño.

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