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sábado, 24 de septiembre de 2011

Palestina

Mahmud Abbas ante la ONU.
Los aplausos morirán pronto ante el olvido.


Mahmud Abbas clama por la creación de un estado palestino en la ONU y la asamblea general le aclama. La mayoría de las naciones del mundo le apoya y el consejo de seguridad vetará el deseo de una mayoría incapacitada que nada puede frente al veto de los grandes y los poderosos.
Palestina es tierra maldita; Palestina se desangra entre odios religiosos, terrorismo, pobreza, corrupción y absurdos: Palestina sufre el desgarro de una decisión de esa asamblea que ahora le aplaude y que en 1948 decretó la partición de sus tierras en dos estados, árabe uno, judío el otro. Un mito religioso absurdo es tenido en cuenta y sobre su implícito reconocimiento, la ONU puso a galopar al jinete de la guerra.
Desde ese funesto año de 1948 el mundo asiste impotente a un espectáculo de enfrentamiento, odio, y violación del derecho internacional, el sentido común y las resoluciones de la ONU. Israel que se sabe intocable por la fuerza de los Estados Unidos y el mundo árabe no sabe cómo controlar y resolver el problema de Palestina, que se les ha convertido en una pesadilla cotidiana.
Palestina debe pacificarse, el terrorismo - creado por los Ben Gurión y aquellos pioneros de la ocupación de hecho del protectorado inglés - debe erradicarse e Israel, que ostenta la total hegemonía que da la fuerza, debe saber encontrar la justicia que habita en la generosidad.
Ayer, mientras Mahmud Abbas hablaba en la asamblea, miles de personas soñaban en Ramala con una nueva era al igual que aquellos primeros israelitas escuchaban por radio los discursos de la asamblea de Flushing Meadows que sancionó la creación de su estado.
Ambas partes tienen el deber y la obligación de reconocerse mutuamente en esa esperanza de libertad compartida, de justicia y de respeto que tantos años vive exiliada de los discursos y de los actos. Palestina debe aceptar el hecho de que Israel es una realidad y que los ataques de cohetes y hechos similares, absurdos e inútiles, no aportan nada salvo violencia.
Israel debe darse cuenta de que el mundo no odia a los judíos pero repudia con justicia la barbarie de una ocupación y una represión desmedida, feroz y sostenida que nos asalta constantemente desde las pantallas de televisión y las portadas de los diarios.
Esas imágenes son, por su propia naturaleza, refractarias a un análisis detallado, aséptico y comedido: esas imágenes hablan de ferocidad y desprecio hacia el ser humano que levanta una solidaridad y una compasión puramente visceral. Unos con sus acciones terroristas y otros, con una represión desmedida que ha convertido un territorio en un campo de concentración, se han perdido el laberinto del odio y la ONU debería darles una guía para encontrar la salida.
Una vez más, se habrá perdido la oportunidad. Una pena.

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