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martes, 13 de septiembre de 2011

Salvajada

Un protohumano, deleznable y por civilizar, alancea a un pobre toro que no entiende nada.
Cosas de una vergonzosa España que, por desgracia, se resiste a desaparecer
La bestialidad, apoyada por una manada de energúmenos salvajes, ha vuelto a consumarse y Aflijido, (copiado con falta y todo) el toro al que este año le ha tocado encarnar el horror de morir alanceado en medio de una exaltada turbamulta, ha caído alanceado entre el polvo, una agonía larga y cruel y el orgullo de un imbécil que dice “sentirse como Ronaldo” y cuyo nombre, aunque conocido, no menciono para no inflar su ego enfermizo y putrefacto.
Hay cosas por las que España se hace odiosa, salvaje, cruel, arcaica y deleznable y ésta es una de ellas. No hay matices; no hay arte, no hay tradición ni historia ni mandangas que puedan justificar esta animalada sin paliativos ni medias tintas.
El Toro de la Vega es salvajismo puro y duro; es vesania, es crueldad y en este aciago día, esa multitud de seres sin alma tiran de nosotros hasta lo más hondo de la crueldad humana; la misma que disfrutó de las muertes en el circo, de las luchas con osos, de las antorchas humanas y de los sacrificios druídicos de hombres tostados hasta morir en las cestas de mimbre que se mecían sobre las hogueras. La humanidad, una parte de la humanidad, evoluciona y mejora mientras otra, representada por esos cincuenta mil protohumanos que se pegan por ver de cerca la agonía de un pobre toro, se empeña en reivindicar lo peor de la condición humana divirtiéndose con el dolor, el sufrimiento y la angustia de un animal indefenso ante el la masa y que, triste consuelo, sólo podría eliminar a alguno de sus atacantes antes de morir.
Esta España asquea y llena nuestras calles y plazas de sangre y vergüenza sin matices, sin excusas, sólo la invocación de una cierta y asquerosa tradición que, de ser cierta, ni valida, ni justifica, ni dignifica tamaña ignominia.
Es indignante que esta exhibición de barbarie sea calificada de “interés turístico regional” en lugar de ser perseguida como lo que realmente es: una de las peores bestialidades legales que se mantienen en nuestra muy bestia nación.
Puestos a alancear toros, reivindiquemos las raíces y hagamos proclamas para que retornen los gloriosos días de la exaltación religiosa y sus edificantes autos de fe; expulsemos a judíos y moriscos; que renazca la épica y el heroísmo de las luchas de gladiadores para llenar los auditorios de inmortales exhibiciones de agilidad y destreza con la espada. Que vuelvan aquellos añorados días en los que el carácter español se mostraba en todo su esplendor y los querellantes se enterraban hasta los corvejones para molerse la cabeza a garrotazos hasta que sólo uno de ellos, protegido por la razón, quedaba vivo. Que retornen los juicios de Dios que tantos dineros ahorraban al erario público y que los mozos y mozas canten en las calles mientras en las plazas agonizan bestias sin discernimiento ni juicio; nacidas tan solo para solaz y regocijo de esos seres superiores creados por Dios para domeñar a las bestias y todas las criaturas vivas que en el orbe habitan.
No tenemos ni solución ni remedio ni vergüenza, que es lo peor. Mientras estas manifestaciones sigan siendo permitidas, lo mejor es declararse objetor de nacionalidad y asumir el estatuto de apátrida. ¡Que les den!
Este es el enlace de El País, se puede ver el video de tan elevada hazaña, pero cuidado, que las arcadas pueden llegar al vómito especialmente cuando, “por humanidad”, se intenta descabellar al bicho ¡¡¡CON UN DESTORNILLADOR!!!.

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