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lunes, 12 de marzo de 2012

De procesiones y victimismos

Basta una A para expresar, con muy buen gusto, nuestro rechazo a toda forma de religión.
A de ateo, suficiente, sin estridencias.

Otra vez se convoca una “procesión atea” el jueves de la semana santa para …tocar las narices, poco más o menos. Me disgusta enormemente que los movimientos ateos se signifiquen adoptando modelos y estéticas que le son ajenas por completo, llegando a dar la razón a esos que, al intentar el absurdo completo, dicen que los ateos niegan aquello en lo más creen: dios.
Los movimientos ateos, al estilo del que promueve con enorme mérito y desgaste personal Richard Dawkins, me parecen reflexivos, tranquilos, irónicos y fundamentalmente inteligentes y lógicos, ajenos por completo al insulto y a la grosera chabacanería de una procesión atea con eslóganes  provocativos.
Cierto es que la Iglesia española goza de unos privilegios absurdos y “decimomuypóquidos” que hay que erradicar de forma legal, democrática y sin dar lugar a victimismos. Recordemos que si algo sabe hacer es antigua institución es llorar y hacerse la víctima, pues incluso hoy, cuando goza todavía de concordatos y privilegios inmensos para hacer de su capa un sayo mantiene un discurso de conejo perseguido y víctima de una inmensa mayoría de “comecuras“ que dominan la vida española.
Al ateísmo se llega por convicción personal, ejercicio intelectual y coherencia y no por participar en procesiones ateas que conviertan en chascarrillos lo que no dejan de ser verdades y contradicciones absurdas que encontramos en todas las religiones.
Que paguen el IBI como todos, que se acabe con las subvenciones a los colegios religiosos de toda índole y que lo religioso desaparezca por siempre de lo público. Cuando Gallardón dice que cuando ve un crucifijo en un sitio público, ve un símbolo de paz, ayuda a consagrar una monstruosidad histórica y una bestialidad conceptual que niega hasta el origen del signo en plena guerra civil gracias a una “visión” que aseguró, al más burro de los contendientes, Magencio y Constantino en el puente Milvio (12-10-312) que “con este signo vencerás”. Hasta ese momento, el pez era el signo reconocido por los cristianos mientras que la cruz era y siguió siendo, el símbolo de la dominación romana y del atroz tormento inflingido a "no romanos".
 Como símbolo de paz, la cosa no da “pa mucho”.

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