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martes, 10 de abril de 2012

El presidente en su laberinto

Símbolo completo por si mismo, en la cubierta del USS Missouri se firmó la paz con  Japón con una ceremonia montada de cara a los ciudadanos USA.
Rajoy no existe, es un ente, una quimera que habita La Moncloa y son sus secuaces los que nos transmiten sus elaborados pensamientos económicos y geniales estrategias financieras. Una nota de prensa da cuenta de la reunión de Rajoy con su equipo económico y deja caer, al desgaire y como quien no quiere la cosa,  un porrazo de diez mil millones. Guindos habla con la prensa alemana, por supuesto,  y Montoro corrige en la española mientras un nuevo personaje aparece y desaparece como regidor de la comunicación del PP y sus aciertos.
No tengo ni idea de si lo que están haciendo va a dar frutos, pero sí sé que necesitamos el éxito, de manera que trago la amarga medicina que me suministran entre engaños los médicos adecuados: “Ánimo, que está amarga, pero es la última cucharada”. Cucharada si que es la última, pero luego viene la lavativa, el jeringazo, la operación…No me gusta nada de lo que oigo y veo, pero si hay que empujar, se empuja. (Otra cosa son los daños colaterales en forma de modelos pasados de polvo y terciopelo ajado en la sala de visitas, que ni de coña me los trago)
Estamos mal, muy mal y la gente lo comprende y por eso no quema edificios ni personas, pero no hay derecho a que se nos informe tan mal, tan poco y por tan malos comunicadores. El general andará perdido en su laberinto, pero estas guerras necesitan que el pueblo vea a su jefe guerrero en plena batalla: Patton, Montgomery y McArthur lo sabían y generaron la moderna comunicación bélica que acabó por desbordar a sus ejércitos en la guerra del golfo. No digo que se guarde la pluma de la rendición para asesinar el orgullo nipón con la firma de la paz en el acorazado Missoury, pero Rajoy debe liderar esta lucha.
Debe, como Churchill, asumir que lo que promete es amargo; que eso de sangre sudor y lágrimas es un juego de niños comparado con lo que nos queda; debe encenderse un puro con las llamas de la hoguera de un modelo social que arde por los cuatro costados y  demostrar que cree hasta las trancas en lo que está haciendo, que hay futuro y que conoce el camino que nos llevará a la victoria.
Una nación que soporta lo que está soportando España se merece eso y mucho más, señor Presidente.

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