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martes, 1 de mayo de 2012

Larga distancia

Jardín de Vaz Ferreira, lugar que según me cuentan, debió tener un punto mágico precioso.
Ya he comentado alguna vez con mis más íntimos la delicia que supone recibir correos de más allá de charco escritos por mi amigo Guillermo, el “yorugua”. Para los no iniciados, el término identifica  a los uruguayos y no guarda, que yo sepa, ningún matiz oscuro, desprecio o sentimiento de superioridad por parte del que lo usa. Pues bien, mi amigo Guillermo es un perfecto exponente de lo maravillosamente agradable que puede ser el mantener ese tipo de amistades “de larga distancia” como se llamaba a  las antiguas conferencias por las que tanto había que esperar. Los correos no abundan y se basan, casi siempre, en temas por los que uno de los dos siente una especial afición y que, por casualidad, también uno de los dos comenta en  la red. Guillermo es periodista. Creo que desde su punto de vista y su amor por la profesión, no habría que añadir más y que cualquier añadido rebaja el nivel del sustantivo, pero creo que hoy en día si hay que añadir, por desgracia, demasiadas cosas a tan simple descripción.  Para los nuevos: decir periodista ante un auditorio de uruguayos y españoles de más de una taco de años es decir responsabilidad, compromiso, vocación, lucha, persecución, censura, tinta, calle, desprecio, archivo, investigación,  escuela, competencia, noticia, preguntas…es decir muchas cosas que hoy se han olvidado y que tanta pérdida han supuesto.
Guillermo y sus amigos –fueron compañeros de profesión, rivales por los titulares y hoy guardianes de la nada – han constituido un grupo en Facebook que es una verdadera delicia y que, de vez en cuando, puedo entrever si empre que Guillermo, misterios de la configuración, comente la noticia y con ello aparezca en mi espacio.  Hace tiempo que le digo que debería reunir esas memorias y constituir un cuaderno, un pequeño archivo de breves notas sobre recuerdos enlazados con nombres, con lugares, con sabores y con sensaciones de una vida que, cuando se  deja ver, constituye una narración extraordinaria.
Pero mi amigo Guillermo es pudibundo como una doncella antigua y en cuanto comprueba que ha dejado expuesta una parte de su piel, se torna vergonzosa y en su timidez dice que no vale la pena, que ella no es tan guapa y que no se cree nuestros elogios, de manera que me quedo sin cuaderno, sin notas y sin nada que ayude a recordar un época que se nos ha ido a todos y sobre cuyo olvido se está edificando un mundo que no acaba de gustarle a nadie; un mundo ajeno al hombre, a sus ritmos y a sus tendencias naturales.
El mundo que Guillermo podría recordarnos es un mundo que contenía historias tan hermosas como esta que, como sin querer y sin darle importancia,  me cuenta en dos puntadas a larga distancia:
Es el jardín de la quinta del filósofo uruguayo Vaz Ferreira. Aunque no lo puedas creer, cuando era un muchachito y no tenía un peso ni para convidar a las noviecitas con un chocolatín, igual me alcanzaba para el tranvía. Entonces la invitaba a escuchar las reflexiones de un filósofo. Golpeaba las manos en ese jardín y el imponente filósofo, amigo de Einstein, nos dejaba pasar para que, junto con otros, escucháramos sus charlas absolutamente espontáneas. Cualquiera entraba, pero el que decía alguna tontería, quedaba en la vereda de inmediato. ¡Imaginate ahora en lugar de invitar a bailar o a algo más sustancioso, apenas conocidos, invitarla a filosofar! Eran otros tiempos, decididamente.
Un abrazo, Guillermo y por favor, no seas egoísta: comparte tus historias.

1 comentario:

  1. Recibe un rubor desde el Río de la Plata. No te la creas vos, que tampoco yo me lo creo. Eso no es extraordinario, es lo que debería ser, en cualquier lado. Sí confieso que los de mi generación tuvimos un raro privilegio. Y por poner un ejemplo, allí tenés a alguien de mi edad, como Julio María Sanguinetti, que habrá sido Presidente, pero sabe mejor como columnista. Y una última reflexión:también te conté de dos revistas literarias de circulación semanal e increíblemente populares. ¡No había revistas de chismes, ni de sociales y apenas una dedicada a la mujer, pues aquellas mujeres no andaban lloriqueando igualdad!, la igualdad y hasta la superioridad, se la ganaban con argumentos que te podían aplastar. Pues bien esas revistas literarias tan populares, inimaginables ahora, se editaban en Argentina. ¡Sí! La misma Argentina de Cristina Kirchner, el patoterismo y tantas patéticas cosas. Pero también la misma Argentina de Jorge Luis Borges y cinco premios nóbel, méritos inmensos que averguenzan a los malos argentinos.

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