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sábado, 7 de julio de 2012

La mentira infinita o la verdad imposible

Dicho queda
Como siempre desde que el hombre es hombre, cada vez que surge la posibilidad de explicar una parte de la naturaleza, por pequeña que sea, surge la voz de la religión recordando que hay que mantener el chollo y que, como dice mi amigo, el producto no se acaba ni pierde propiedades:, sólo se va ajustando y regulando conforme la presión realizada conforme una nueva estructura o una nueva posición.
La religión tiene un sitio estable a la vez que elástico y ese sitio se localiza justo detrás del último escalón del conocimiento del hombre; la religión y la superstición se nutren por igual de lo desconocido y de tautologías y razonamientos circulares cuya verdad es imposible de demostrar aunque eso no les importe. La religión ha conseguido lo que la normalidad rechaza como herramienta válida en nuestro vivir cotidiano: que debamos demostrar lo indemostrable, la inexistencia de un ente inexistente cuyas cualidades inventadas permiten superar cualquier  análisis racional. Si no lo encontramos no es porque no exista, es que su naturaleza y la esencia de sus orígenes hacen que sea imposible de detectar por el hombre. Y se terminó la cuestión, que  si no lo encuentras lo que estás haciendo es validar la proposición anterior y no su absurda construcción y lo que aceptación conlleva.
¿Ejemplos? Cientos, desde los juicios contra galileo y su posterior aceptación al heliocentrismo tras masacrar a unos  cuantos hasta la última joyita sobre los descubrimientos del LHC  sobre le Bosón de Higgs pronunciada por Monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, canciller de la Pontificia Academia de las Ciencias al que por cierto, habían filtrado la noticia para que tuviera tiempo de preparar la estupidez que sigue: “el científico descubre leyes que no puso allí. Y preguntarse quién fue el que las puso allí es una pregunta teológica: el científico se limita a decir que las descubrió, el creyente ve en ellas el fruto de la acción de Dios”.
O sea: tranquilos, que el chollo se mantiene y que de desmontar el chiringuito, nada de nada.

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