Ando estos días dando vueltas a todo lo que se mueve en torno a la tecnología, la telefonía, la televisión inteligente y distintos cacharritos de esos que todos acaban por llamar de formas y manera distintas y rascando rascando, la conclusión final es sencilla y obvia: todo es una excusa que da vueltas sobre un núcleo que lo aglutina todo que se llama comunicación.
Los ordenadores empezaron siendo ayudas en el trabajo y ellos y sus primos hermanos, se han puesto al servicio de otro amo que no es otro que la comunicación. Oficinas, empresas, modelos, proyectos y lo que queramos, todo se organiza y planifica sobre, en y alrededor de los diferentes sistemas de comunicación que van a poder estructurar la vida de la cosa.
Todo excepto la política, empeñada en mantener estructuras obsoletas y favorables al clientelismo burocrático, se alinea con lo que esos sistemas facilitan y permiten. Mi ejemplo favorito se centra en el uso de la declaración de la renta como único y exclusivo acto administrativo anual para todos. La tecnología lo permite y la Administración tiene todos nuestros datos integrados. ¿Que impide, pues, que toda la estructura administrativa se aligere y se oriente a este objetivo en un plazo de diez años.? Las miserias de la política, simple y sencillo: es mejor seguir controlando a los funcionarios, gestionando dinero no productivo y argumentar sobre un ejercicio carente de contenido.
Mientras eso llega, algunos vamos disfrutando, poquito a poco y de forma tímida, de las enormes posibilidades que nos ofrece una comunicación cada vez más integrada, global, de altísima calidad y aunque parezca mentira, más sencilla y asequible.
Quedarse fuera con la excusa de la barrera que supone en aparato que nos conecta es un absurdo y una declaración de pobreza social importante.
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