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lunes, 26 de noviembre de 2012

Español hasta las trancas

Pues eso, lo que diga El Roto
Si para algo han servido las elecciones catalanas ha sido para demostrar “urbi et orbi” una realidad demostrada por la vía de los hechos: Artur Mas es español, sin duda alguna. Hace falta tener genoma, raíces, sustancia, naturaleza, cuajo, morro, afición y desempeño, todos genuinamente españoles, para liar la que ha liado, perder lo que ha perdido,  pifiar lo que ha pifiado y no dimitir de forma irrevocable, rápida y automática como hubiera hecho cualquier político no español sin dudar un segundo.
España marca y Artur Mas es la prueba viviente –veremos por cuanto tiempo –de que son muchos siglos de historia compartida calando hasta los tuétanos del quehacer político como para que todo se desvanezca de forma inmediata o en pocos meses de algarabía. Artur Mas pasará a la historia como un político intoxicado el 11 de Septiembre y vuelto a la cruda realidad con la resaca del 25 de Noviembre. En esas pocas semanas, se ha pasado de la búsqueda de la mayoría histórica, rotunda, definitiva y consagrada al líder único y preclaro, a la mayoría histérica en busca de la formación de un gobierno absurdo, hipotecado y maniatado sea cual sea el socio con el que debe compartir cama y actividades oscuras en decúbito prono.
Sólo tenía la salida honrosa de la inmolación por la causa; ese discurso fatuo que le hubiera colocado como víctima propiciatoria del sacrificio personal en pro de la causa colectiva: muero yo para que nuestra causa viva. Yo he sido el iniciador, el catalizador, el mesías que muere para salvar a la patria catalana gracias a la independencia que yo no lograré. Como Moisés a las puertas de la tierra prometida, Artur Mas podría haber escrito una última página con dignidad y ha perdido la ocasión. Lo que le queda por delante es un calvario en el que actuará, perdurará y morirá como un no muerto camino de la sepultura.
La voz del pueblo lanza muchos mensajes encerrados en el mismo y único sonido, así que esperemos que, en adelante, los políticos sepan discernir que no es lo mismo una masa de manifestantes que un colectivo de votantes unánimes. Artur Mas lo ha aprendido a costa de la sensatez, la convivencia normalizada, el diálogo tranquilo, la negociación y la actuación política propia de buenos familiares. Por mucho que le duela, toda su actuación, antes y ahora, demuestra a voz en grito su plena españolidad y su potencial como hijo del Burgo de Osma o de Carrión de los Condes. ¡Que se le va a hacer!

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