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jueves, 6 de diciembre de 2012

La Constitución busca una ayuda

Queremos, pero no hay cirujano cualificado

Era 1978 y España se puso históricamente de acuerdo para afrontar un futuro de todos y para todos que cerrara la vergüenza de una dictadura infamante y oscura. Era 1978 y España afrontaba una ilusión lastrada por el odio de algunos empeñados en anclarnos en la noche de la violencia, los atentados y los tanques enfrentados por encima de un pueblo en marcha. Era 1978 y los españoles creímos en el trabajo, la ilusión y el esfuerzo con el que conseguimos ser nombrados como “los prusianos del sur” por una admirada Europa obligada a olvidar los tópicos dañinos asociados a una imagen de España que todos quisimos enterrar.
Sobre esa Constitución y sobre la generosidad de una izquierda ambiciosa que supo ver un mejor destino que el del enfrentamiento anduvimos un camino que ahora se ha cerrado por la maleza y el abandono. ¿Cómo hemos llegado a esto? ¿Quién es responsable de este dispendio histórico? ¿Quién es culpable?
Como a los niños de Hamelin  nos han llevado tras una flauta engañosa robándonos la casa y las herramientas con las que un día nos pusimos en marcha orgullosos de poder y de querer. Nos han engañado, nos han timado y nos hemos dejado como palurdos idiotas siguiendo el señuelo del timo de la estampita.
Hoy, 34 años después necesitamos reconstruir  ese sueño y no hay magos que guíen nuestros sueños; no hay arquitectos a los que encomendar el proyecto de esa revisión necesaria; no hay quien dibuje una Constitución moderna para una realidad tecnológica que permite un Estado y una Administración moderna, eficaz, barata, favorecedora de la actividad empresarial sin lastres y sin trabas eternas: una Constitución engarzada en una legislación Europea de manera armónica y sencilla.
Hoy, cuando la Constitución nos necesita para que le devolvamos algo de lo que ella ha hecho posible, no tenemos capacidad de echarle una mano para devolverle la vida. Hoy somos un cuadro de actores de Ionesco que buscan autores en los que confiar y no podemos encontrarlos. Hoy estamos huérfanos de esos padres  muertos que fueron capaces de pensar una Constitución a la que hoy nadie puede ayudar.

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