Lengua franca

El mundo cambia con nuestros cambios

Ahora que tan vigente está el asunto de los idiomas, me gustaría comentar la experiencia de formar parte de un colectivo multicultural y multilingüistico que, gracias al uso de una sola lengua, es capaz de afrontar retos comunes, colaborar y pelear por un proyecto empresarial multinacional.

El mundo, la dimensión del mundo, ha quedado reducido al resultado de una ecuación que juega con el tiempo y el dinero como únicas incógnitas, pero no con la distancia ni con los usos y costumbres dominantes en lo que constituyen las formas de ocio dominante, el trabajo y el uso de los distintos sistemas a través de los que nos comunicamos con el resto de los seres humanos.

La lengua es, a la vez, resultado y determinante del pensamiento humano y gracias a esa cualidad fundamental, el uso de la lengua común hace que determinadas formas de acercarse a la realidad, formas de pensar y actuar, sean comunes y hagan, por tanto, más sencillo el entendimiento entre todos. Yo soy mayor, me he educado y he crecido inmerso en otras formas de entender la realidad, pero puedo asegurar que disfruto como un enano con las posibilidades que me ofrece este juego.

Hubo un día en el que las orillas del mediterráneo oían los relatos del mar contados en la lengua franca que todos creaban de forma espontánea, una lengua hecha de velas, tormentas, comercio y guerras; una especie de griego degenerado a fenicio con el que los pueblos comerciaban, crecían y creaban una forma de acercarse a la eternidad a través de la filosofía. Me encantaría que la generación de mis hijas fuera capaz de crear y evolucionar para sus hijos una lengua común en la que desarrollar su propia forma de pensar en las estrellas.