El lobo es parte de nuestra vida
Hay que pelear por su espacio y que sea querido
Hace tiempo que le vengo dando vueltas a la forma de conseguir un equilibrio adecuado entre la vida salvaje, en España, y las actividades humanas sin encontrar muchas soluciones ajenas al dinero. Se puede, y es obvio hacerlo, hablar de potenciar el conocimiento, la comprensión de la naturaleza en todos sus componentes etc, algo sin lo que nada se puede lograr, pero ese conocimiento y ese deseo, esa enorme corriente de simpatía e intención, acaban en casi nada frente a la realidad del día a día.
En otros países han descubierto una clave que aquí podríamos utilizar y que no se ha implantado suficientemente: conseguir que la naturaleza genere recursos económicos que beneficien a los que conviven en las zonas conflictivas. Algunos han descubierto que genera más dinero el animal vivo, la naturaleza íntegra, que el animal muerto a cambio de un pago por licencia.
España sólo tiene un par de animales conflictivos que son el lobo y el oso; especies mágicas que algunos pensamos que deben formar parte del patrimonio natural de España sin ninguna duda y que, además , hay que hacer esfuerzos para que vuelvan a estar presentes en sus zonas naturales de distribución. Nadie duda de que, como idea básica, es adecuada, pero lo que quiero es que todos nos demos cuenta de que seguir en esa idílica fábula de hermano oso y hermano lobo es lo peor que podemos hacer en su favor.
Como para casi todo, tenemos que conseguir que lobo y oso sean deseados y queridos en sus hábitats, que la gente pueda considerarlos como parte de un patrimonio rentable que ayuda en la actividad económica, nunca un enemigo. Y desde mi punto de vista, mientras eso no se logre, unos clamaremos por la vida y otros protegerán rebaños y propiedades a tiro limpio porque la política no se ocupa del medio natural si no es para dar licencias de caza. Es penoso, simplemente
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