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viernes, 29 de marzo de 2013

Criterios y mentiras



Si aceptamos la mentira en nuestro mundo, mataremos la verdad

España ha consagrado el hurto, la mentira y la traición como normas sociales de obligado cumplimiento y es muy posible que eso nos haya conducido a un callejón sin salida. España le ha dado la espalda a los comportamientos éticos que deben regir toda sociedad medianamente civilizada, estable y vivible.
Desde hace unos días estamos soportando un bombardeo de declaraciones oficiales sobre el maravilloso revolcón que nos ha pegado Europa con motivo de la corrección del déficit anual del Estado Español. Es algo tan obvio, tan bochornoso, que no entiendo que haya argumentaciones a favor de la actuación de este gobierno.
La última, la de una periodista de ABC que bajo la consigan de “me es exactamente igual, el déficit está por debajo del 7% y eso, basta”. Pues no, señora, no basta, ni siquiera es mínimamente presentable. 
También hemos oído al agitador Pujalte, lo más parecido a la Kale Borroka Parlamantaria y con corbata que uno se pueda imaginar violentando los códigos de cortesía establecida, diciendo que hay miles de criterios contables y que no  pasa nada. Un parlamentario dice que no pasa por mentir y nadie le corta inmediatamente el acta de diputado.
Mientras la reacción más carca y más rancia se juramenta alrededor de Opus y Kikos para cambiar leyes matrimoniales, la clase política se deja despeñar por la pendiente de la inmoralidad, la falta de ética y la violación de los principios sobre los que asentar la convivencia, pero de eso no se habla.
Como siempre, España quiere meter la mierda bajo la alfombra mientras las señoritas de Valladolid hacen visitas en la salita aunque Puri no ha podido venir, que está en Londres de rebajas, eufemismo que volverá a ocultar los viajes abortivos que tanto lustre dieron a la moda patria.
Vayan todos a la mierda, que me tienen hasta las cejas.

1 comentario:

  1. Estamos cansados de tanto cinismo y tanta inmoralidad de esa gentuza que sólo sabe expoliar y tiene la desfachatez de presentarse como salvadores de la patria, sus rancios y cínicos discursos me revuelven el estomago.

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