Parece ser que Paquito I andaba en malas compañías
Tenía que pasar y ha pasado: tantos años de connivencia entre la Iglesia y las dictaduras militares del cono sur han acabado consagrando a un cura colaboracionista del almirante Masera y su dictadura como Papa de la Iglesia Universal.
Los de siempre hablarán de lo de siempre: cercanía, humildad, simpatía, recogimiento y lo que les de la gana, pero yo me quedo con dos datos:
1º.- Jesuita que acepta cargos en la jerarquía cuando la regla de su orden lo prohibe. Si l perfil dominante es el de Martínez Camino, la jodimos, Tadeo.
2º.- Procesado -tan tímidamente como la enorme influencia de la Iglesia consiente en el país - en Argentina por su relación con el almirante Masera, proceso que termina gracias al fulminante deceso del carnicero en cuestión.
Para los que no se hayan pateado la zona, la Iglesia suramericana suele ser reaccionaria hasta la extenuación salvo contadísimas excepciones que suelen acabar convenientemente “balaseadas” con munición paramilitar.
Sinceramente, me parece que se ha elegido a alguien capaz de nadar en aguas turbulentas, pactar con el diablo y conseguir que los papeles del famoso Vatileaks duerman el sueño de los justos “sine die”.
La Iglesia pierde terreno por días con respecto a los evangelistas y eso ha debido pesar a la hora de elegir a alguien que pueda ser más presentable a los ojos de un pueblo abandonado por los curas en favor del dinero; de unas mujeres que se encuentran desamparadas ante un machismo galopante que convierte su vida en un infierno diario lleno de injusticias y desprecio.
Al General de los jesuitas se le suele llamar el Papa negro y mucho me temo que el papado de este Francisco I se va a teñir de ese luto jesuítico históricamente siniestro.
El palomo se ha dejado seducir por los uniformes militares y mucho me temo que la cagada tiene características universales, como lo de las bendiciones “urbi et orbe”, vamos.
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