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martes, 12 de marzo de 2013

Extra mundi




Tras las decoradas puertas de la capilla sixtina la iglesia se concentra en si misma, ajena al mundo y al tiempo que queda fuera. La frase de verdad, la que de verdad esconde la famosa expresión “Extra Omnes” con la que los príncipes de la cosa se dedican a la perpetuación de la cosa, es “Extra Mundi”, mundo fuera, tratado como uno y el primero de los tres grandes enemigos declarados: el mundo, el demonio y la carne.
Sartre decía, y con razón lo decía, que el infierno son los otros, pero la Iglesia sabe que el mundo es el enemigo; ese mundo cambiante que atenta contra su pretendida inmutabilidad; un mundo que le mueve el terreno bajo los pies y siega la hierba de su próspero negocio.
Los cardenales piensan en su adalid; esperan al palomo que les marque al que debe hacer frente, poniéndose de perfil, a los grandes problemas a los que debe dejar enmohecer mientras parece que se hace algo; al genético aristócrata del “gatopardiano” con esa mágica capacidad de simular que todo cambia mientras que todo sigue igual.
La Iglesia ha dicho, a través de cardenales y personajes, muchas de las cosas que necesita, pero nadie ha dicho lo que, de verdad y en el fondo de sus ánimos, todos desean: que nada cambie, que el negocio se mantenga y que medio mundo siga pendiente de esa cabeza en la que el palomo deje el regalo.
Mientras, el mundo se detiene a las puertas de una capilla en la que no ha entrado el tiempo.

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