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viernes, 3 de mayo de 2013

Mal bicho



Pues eso, que si no se consigue el fin, no queda nada

Hace meses que me viene rondando en la cabeza la idea de escribir sobre un personaje que parece empeñado en envenenar el ambiente con un afán digno de mejor causa. Su trabajo, la fortuna y su inteligencia, le han colocado allí donde se le garantiza la máxima difusión de sus actos y palabras y desde esa posición, privilegiada, lanza todo tipo de discursos normalmente ponzoñosos, ególatras y despreciativos hacia todo y hacia todos.
El deporte ofrece una tribuna excelente para la docencia, sea lo que sea aquello que el que ostenta la cátedra quiera enseñar. España ha contado, y cuenta, con bastantes personajes capaces de enseñar bastante desde el triunfo y desde el éxito; personajes comedidos que colocan sus frases de forma cuidadosa y ejemplarizante; gentes que hablan del deporte, de todo el deporte, tratando de formar, de enseñar y de colocar los valores generales y particulares en el orden adecuado. Son gente que ejerce el liderazgo tal y como los mejores tratados de Psicología entienden “El liderazgo es el ejercicio manifestativo de las actualizaciones y perfeccionamientos de un ser humano, denominado líder, quien por su acción se coloca al servicio del logro, a través de una misión, de uno o varios objetivos propuestos por una visión. Dicha visión debe alinearse y subordinarse necesariamente al Bien Último del hombre. Los objetivos propuestos por la visión deben incluir y considerar a aquellos objetivos que son individuales —de cada una de las personas que conforman el equipo de liderazgo—, conjuntamente con aquellos que son organizacionales“ en contraposición a aquellos que, sin saberlo, se colocan voluntariamente en el lado oscuro de las definiciones: ”Al líder ilegítimo ni siquiera se le puede considerar líder, puesto que una de las características del liderazgo es precisamente la capacidad de convocar y convencer, así que un "liderazgo por medio de la fuerza" no es otra cosa que carencia del mismo.”
Estos día estamos asistiendo a una despedida amarga, un constante vómito de aquel que, al poner y definir un objetivo por encima de todo y no alcanzarlo, se autocondena a un fracaso que no quiere asumir. Este tipo de comportamientos suelen darse en sujetos inseguros y bastante mezquinos, del tipo que por costumbre se  muestra arrogante y cruel con el humilde y servilmente rastrero con el poderoso: sus actos del pasado y del presente así lo demuestran. Este sujeto ha agredido físicamente o verbalmente a los que o bien consideraba inferiores o no podían responder sino con el silencio y la disciplina, mientras que jamás se le ha oído atacar al que, de verdad, es dueño y señor de su destino.
Es cierto que una gran parte de la esencia y del espíritu del deporte profesional reside en el triunfo, pero eso no justifica el uso de cualquier medio para alcanzarlo. Ni en el deporte, ni en ninguna otra faceta de la vida, el fin justifica los medios y mucho menos si esos medios pretenden destruir o socavar lo poco ejemplar que el deporte de élite conserva. Muchos que han triunfado más que este deleznable súcubo de gloria jamás lo entendieron así  y sin embargo la fortuna los bendijo con la victoria y eso, de verdad lo creo, es lo que más le exaspera. 
Tanta paz lleve como descanso deja.

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