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sábado, 1 de junio de 2013

YOGA y cuerpo



Nuestro cuerpo es una máquina perezosa con tendencia a la inacción, una potencial escombrera ruinosa empeñada en que olvidemos su enorme capacidad y su verdadero rendimiento. Ante esa tendencia se alzan las saludables costumbres relacionadas con el deporte, la vida sana y todo el enorme negocio de lo “saludable”, desde la ropa a la comida. Todos ellos se ofrecen accesibles, sencillos, inmediatos, socialmente aceptados y aceptables, válidos para todas las edades y portadores de mágicos efectos.
Frente a esta teoría de la inmediatez, el esfuerzo y el sudor, el Yoga se alza como una disciplina -palabra que se aleja de lo inmediato y accesible - de vida que ofrece la posibilidad de alcanzar diferentes objetivos en función de lo que cada cual busque. El primero nos pone ante la penosa realidad de nuestro cuerpo: duro, anquilosado, falto de control. Y esa es una clave inmediata: no controlamos nuestro cuerpo y cualquier comprobación sobre ello es ociosa.
Toda nuestra vida corre en dirección contraria  a lo que nuestra naturaleza es y necesita; nada nos ayuda, a lo largo del día, a que nos encontremos mejor o a que nuestro organismo no se vea sometido a un sobre esfuerzo irracional que nada tiene que ver su capacidad original.
Estamos preparados para buscar, andar, luchar y ademas, hacerlo en la justa medida sin prolongar la tensión más allá del momento en la que esa tensión es necesaria: en la caza o en la lucha. Necesitamos que el resto sea calma, grupo y plenitud, pero nos han condenado a todo lo contrario. La lucha apenas nos deja instantes de quietud y eso lo pagamos con todo lo que la salud requiere.
Yoga, paseos,  refugios, deporte: defensas contra una vida que coloca a nuestro cuerpo allí donde la salud se escapa.

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