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martes, 8 de octubre de 2013

Así nos va


Ojo, que la cosa no se centre en los judíos, que todas las religiones llevan lo suyo aunque no haya fotos que copiar de Google. De todas formas, da un asquito....
Leo de pasada que la UE anda detrás de prohibir la circuncisión por motivos religiosos y las automáticas muestras de indignación de la comunidad judía catalogando el asunto como antisemita. Para ellos, que también lo hagan los musulmanes de pro no cuenta, que los únicos importantes son los judíos, blanco de todos los odios.
Vivimos arrastrando un problema que nos condiciona de manera absurda y que no somos capaces de erradicar. Nuestra sociedad acepta, asume y se organiza en gran medida, en función de unos códigos de conducta generados en la edad del bronce por tribus nómadas de pastores que tuvieron la mala idea de dejar por escrito una serie de mitos y fábulas con las que, siglos más tarde y con algunas pequeñas alteraciones, se organizó lo que luego sería el primer mundo.
No hace falta ser muy listo para darse cuenta de que, contado así, el error es de bulto y no parece lógico que esas raíces sigan condicionando nuestro funcionamiento social como naciones y conjunto de naciones, pero es así; sin duda ninguna.
Las religiones entroncadas en la Biblia siguen condicionando nuestra vida hasta unos extremos agobiantes y nefastos. Por si el rastro de guerras  religiosas y sus millones de muertos no fuera suficiente para evitar como a la peste cualquier relación con ella, la religión se yergue, orgullosa, ante cualquier medida sensata que roce sus absurdos preceptos.
Por una u otra causa, los niños nacidos en familias de ambas religiones, se ven condicionados de por vida, no por sus decisiones o necesidades, sino por un mandato religioso que ellos no han podido asumir libremente. Imaginemos que nuestro inocuo bautismo cristiano dejara una indeleble huella o cicatriz en el cuero cabelludo. ¿No sería lógico legislar en protección de los bebés para que fueran ellos los que decidieran ir o no marcados toda su vida?
Medidas tan lógicas como esa se ven entorpecidas por argumentaciones basadas en la religión como si los bebés no tuvieran otra opción que cargar, para siempre, con las consecuencias de decisiones tomadas por sus padres cuyos efectos no pueden cambiarse.
La religión sigue presente en el ordenamiento social y así nos va: fatal, que no aprendemos.

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