Bienvenido a mi blog.

Por favor, participa, deja tu comentario y marca si te ha gustado o no.
Muchas gracias por tu tiempo y tu atención.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Testigo de una pequeña historia

Adoración por el sol naciente

Por si hace falta recordarlo, soy aficionado a las motos y sigo las carreras del mundial con expectación y fidelidad. Además, hace ya varios años que vengo dando la lata a mis amigos para que sigan las evoluciones de un tal Marc Márquez, del que soy “fan” desde el momento que empezó su carrera en Moto3 y pude verlo en la tele.
El espectáculo deportivo se construye sobre los efímeros pilares de aquellos que llevan sus límites un poco más allá; los que son capaces de enseñar espacios y acciones imposibles para otros. Luego pasa el tiempo y sus límites se ven superados por los que aprendieron que era posible ir más allá. Todos los deportes tienen, en su historia, pioneros que colonizaron esos espacios vírgenes y que, además, nos dejan perplejos y pensando en las razones por las que no se haya hecho antes.
Los nombres son muchos y los conocemos casi todos: Zidane, Laudrup, Jordan, Magic Johnson, Nieto, Agostini, Rossi y…Márquez. Este chico ha hecho que los veteranos sepan que los próximos títulos hay que ir a buscarlos allí donde habita el daño y el peligro. Las carreras se van a ganar y a decidir en la zona roja, en la que obliga a trascender los límites naturales de un deporte que, por si, es poco menos que imposible.
Algunos dirán que ha tenido suerte y es verdad: suerte de saber y controlar aquello que otros no saben ni controlan. Es verdad que Lorenzo se ha caído y se ha hecho daño, al igual que Pedrosa, pero ambos se cayeron tratando de hacer lo mismo que Márquez, el culpable de hacer que todos busquen lo inaccesible. Gracias a él, en el circuito de Valencia se pudo asistir a la injusticia con la que el espectáculo trata a los ídolos caídos: al lado de la multitud que asediaba al nuevo héroe, el vacío habitaba el espacio vecino ocupado por Pedrosa. Lo de siempre en el deporte, criminal con el que pierde.
Ayer tuve la suerte de asistir a la consagración de un ídolo efímero, de alguien que, sin cambiar ni hacer esa historia que se escribe con letras grandes, me ha brindado la posibilidad de ser testigo, agradecido, del nacimiento de una pequeña historia. Una de esas pequeñas historias que nos hacen la vida un poco más agradable. 

¡Vamos, que lo pasé de miedo! 

No hay comentarios:

Publicar un comentario