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sábado, 8 de febrero de 2014

CITIUS,ALTIUS, FORTIOR

Nueva vía para fomentar el espíritu de equipo fomentada por la organización de Sochi
Han empezado los juegos de invierno y, sobre ese desastre generalizado que nos cuentan reporteros y participantes, hay algo especialmente rechazable: han empezado las tonterías. Los juegos, en su versión original, tenían resultados que no eran opinables y que podían medirse con una cinta métrica, con un reloj o mediante un certificado forense de defunción en el caso de los púgiles. Hoy no, hoy hemos introducido un montón de especialidades que, siendo absolutamente dignas, duras y meritorias, basan su jerarquía en juicios subjetivos y visiones particulares ajenas a la física, mucho más objetiva ella.
No estoy de acuerdo en esa interpretación del espectáculo y del negocio, lo siento. Mi particular visión es que en los juegos sólo se debería medir y además, hacerlo de forma objetiva e inapelable. Que todo dependa de que a un juez le "parezca" que "tu dedo se ha desviado de la línea tangencial a la perpendicular del cuello con relación al suelo" me parece que abre la puerta  a todo: la música, el baile, la pintura y cualquier otra modalidad artística y/o estética.
Además y de forma curiosa: en todos esos deportes se suelen formar grupos y camarillas de jueces y árbitros realmente sospechosas, sin entrar en la particular afición que tienen los órganos que rigen los deportes a convivir de forma tranquila y amigable con los regímenes poco o nada democráticos. No creo que fuera muy complicado unir el olimpismo y la democracia y evitar que los juegos vayan parar a sitios poco recomendables, incluida la actual Rusia y su política de derechos humanos.
Lo dicho, dejados de gilipolleces y a medir, a medir bien y de forma precisa, nada más.

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