Hemos perdido Europa, hemos perdido un sueño y nadie ha peleado por aquello que nos movió hace años en busca de la pertenencia que nos habían robado. Hoy, Europa vuelve a ser lejana en cuanto a identificación y se ha quedado en un lugar que alejado y ajeno que le hace vulnerable y débil.
La crisis de Ucrania ha puesto sobre la mesa la imposibilidad de contar con una política real que aglutine a Europa tal y como algunos soñamos un día: unida, fuerte y amplia.
El 25 de Mayo es muy probable que los ciudadanos de Europa abran, de par en par, las puertas del parlamento europeo a los fascistas, a los populistas y sus escaños se llenen de políticos que quieren terminar con la UE. Es paradójico, pero las elecciones europeas corren el riesgo de convertirse en el ámbito plebiscitario que consagre el rechazo de los europeos a esta forma de entender la Unión Europea.
Desde dentro, como siempre ha hecho, el fascismo y el populismo volverán a devorar a su madre y nos llevarán, de nuevo a un aldeanismo antiguo, empobrecedor y regresivo. Es lo que pasa cuando las cosas se hacen mal.
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