España es un país de odios cainitas y viscerales; un país en el que es posible tanto Pascual Duarte como Puerto Hurraco y cuyos habitantes pueden rumiar la venganza y la inquina como se guarda el buen vino en la bodega. Todos tenemos la experiencia de tener que escuchar esas frases que suelen seguir a la famosa declaración de principios del estilo "yo no soy de derechas ni de izquierdas, pero...." " Yo soy apolítico, pero..." Lo que sale de esas bocas tras esa primera afirmación suele ser merecedor de juicio y condena, pero ahora esas frases ya no necesitan ni de taxi -el espacio perfecto para ser sometido a este tipo de torturas mientras se contemplaban los cogotes rapados- ni de la barra de un bar: ahora se escriben en menos de 140 caracteres en las redes sociales y son escritos por los llamados "trolls" que es lo mismo que decir animales de bellota que hacen del insulto y de la pobreza intelectual su razón de vivir y existir.
El delito no ha cambiado y por tanto, no parece que deba cambiar la ley que lo persigue por mucho que el entorno si lo haya hecho. Lo que antes se hablaba, hoy se escribe ¿Y? Todo viene determinado por el hecho de que las condenabilísimas salvajadas se han dicho a propósito del asesinato de un miembro del PP.
Me gustaría saber de los casos en los que periodistas y famosos se han visto insultados, amenazados y vilipendiados sin que la policía, hecha la pertinente denuncia, haya hecho nada amparándose en cualquier cosa. Los de uno y otro lado podrían contar miles de casos, pero no eran del PP y eso imprime carácter o lo niega, parece claro.
Después del partido del Real Madrid y el Macabi también ha habido salvajes que dijeron de todo como habrá salvajes siempre, los salvajes a los que tenemos que corregir y castigar aplicando la ley, sencillamente. Eso si: todos iguales en derechos y en obligaciones, por favor.
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